viernes, 19 de octubre de 2007

"Mi nombre es todo lo que tengo".


Soy sensible.

Tengo los ojos sensibles a la luz, uso anteojos oscuros todo el año. Los días nublados son los peores porque la superficie que refleja luz es mayor.

Tengo los dientes sensibles, solo puedo usar un dentífrico de 16$ el tubo.

La piel sensible hace que me ponga colorada en septiembre y sufra quemaduras de tercer grado en enero si no uso protección solar número 40 como mínimo.

Mis rodillas y muñecas son sensibles a la humedad después de varios años de deportes y caídas de patines.

Mi manera de estar en el mundo es sensible a la luna, no hay día que este igual al otro. Ni ella, ni yo.

Peco de desequilibrio patológico con un alto grado de posibilidad de internación.

La luna regula las mareas, y si somos casi un 80% agua, a mi me puede

1 “El lado oscuro de la luna: Dan ganas de balearse en un rincón".

Hay una semana al mes que soy hiper sensible. Solo puedo ver películas infantiles, o comedias románticas, escuchar solo Mambrú, y más que el salto del ropero, prefiero dormir cucharita. Mi sábado ideal, consiste en cenar en la cama con un buen vino tinto, hacer zapping y observar tres programas a la vez.

Siento que el mundo me trata mal, y que la vida cuesta demasiado. En contraposición con “El padrino”, todo es personal. Soy rompible, y me siento hinchada y gorda.

Lloro como solo Girondo podía detallar. Recién tomo conciencia de mi estado cuando leo el Clarín y lloro. Y lloro desconsoladamente, en cualquier entorno en el que me encuentre. A veces hasta hago papelones.

La última vez no hizo falta leer el matutino, estaba el colectivo y una avispa estaba golpeándose contra la ventanilla, una y otra vez, lo volvía a intentar... y otra vez... en un acto de locura y ante la mirada atónita de los pasajeros (plena temporada invernal) abrí la ventana.

El infortunado insecto tardó varios golpes más en encontrar la salida, hasta que finalmente logró emerger al aire libre. A esta altura de los acontecimientos, estaba lagrimeando. Cuando la vi volar hacia el mas allá, la sospeché perdida, desorientada Un llanto me atravesó la garganta y casi convulsiono al intentar reprimirme. Baje a la parada siguiente y camine las 15 cuadras que faltaban. Llorando, claro.

No me gusta que me hagan esperar, tengo un grado de tolerancia cero. Me superan las exigencias, las pretensiones y estoy inhabilitada para traducir reclamos.

Mi autoestima oscila entre el tobillo y la rodilla. Me camuflo, me vuelvo hermética y quebrantable. Los ruidos fuertes me nublan el raciocinio y emerge una Floresta violenta. Los sonidos agudos me acribillan el alma.

2 “La alegría no es solo brasilera”.

En la semana siguiente me invade una sensación de alegría inexplicable, de optimismo, de energía y fortaleza que me hace sentir una mujer valiente. Soy la sociabilidad encarnada en una persona, siempre primereo con una sonrisa, soy extrovertida y casi siempre meto la pata por exceso de buena onda. Tengo un alegre sentido de la inoportunidad.

El sexo me gusta impredecible, volátil, fluyo fácilmente, soy dócil. Bajo los dos kilos aumentados, y soy más arriesgada en la forma de vestirme.

El fin de semana perfecto implica amigos, cena, baile y show.

Las esperas son siempre agradables, apacibles, un tiempo regalado e impredecible.

Mi autoestima vuela por el aire y puedo escuchar Portished sin desconsolarme y disfrutar Van Der Graff sin volverme loca. Aunque sigo prefiriendo Ska talites para colgar la ropa.

3 “Ter saudade até que é bom”.

La semana siguiente, me vuelvo más reflexiva, atenta, profunda.

Puedo ver algún drama que no termine muy mal, me banco un libro grave, y consigo escuchar la banda sonora del film “Con animo de amar” sin problema.

Escucho y observo a la gente, participo socialmente en un tranquilizador segundo plano, la tolerancia disminuye pero no a niveles críticos. No tolero la queja gratuita, ni hablar de enfermedades. Me vienen de maravilla las cenas con amigos clásicos con dosis de intelectualidad chabacana y si hay baile hago catarsis, pero la danza suele ser más hermética que parte de una ceremonia social.

Aumento indefectiblemente un kilo. El sexo me gusta amigable, empatado, lleno de palabras bonitas. No encuentro satisfacción sexual comparable a la de producir satisfacción sexual.

Las esperas son digeribles. Comienzo a usar ropa más suelta, y soy feliz de prestar la oreja y el hombro.

4 "La caída".

La cuarta semana comienza a decaer paulatina y constantemente todo residuo de optimismo y reflexión, me vuelvo melancólica y levemente apenada. Me empiezo a distanciar subjetivamente del mundo El desconsuelo se presenta como opción y aunque me resisto, gana espacio inexorablemente. Comienzo a funcionar a regañadientes

Mi autoestima comienza a disminuir.

Subo indefectiblemente otro kilo. Y ya van dos… odio la ropa apretada, y a veces luzco como un homeless de película.

Disminuye la capacidad de negociación. Mi autoestima adquiere la velocidad de un empujón en bajada.

Averiguo inconscientemente que dan en el cine “Los Ángeles” y en el “Electric”.

Leo solo libros de aventuras, o alguna historieta de dudosa calidad. Mi coraje adopta la consistencia de una galletita de agua.

Me siento inepta para afrontar ciertos transes. La sensación de tener una gargantilla de adoquines alrededor del cuello se consolida en mi mente, e irremediablemente me siento zozobrar.

Las críticas llegan como una estocada. Y no me suelo exponer a ninguna, si llega gratuitamente, me defiendo con uñas y dientes como si en ello se me fuera la vida.

Puedo bailar solitaria en casa y sentirme Madonna por segundos, Alex Owens por minutos y una pobre mortal por horas. Otra opción es ponerme el MP4 y recorrer librerías en Avenida Corrientes rezándole a algún dios no tropezarme con nadie conocido.

Por fortuna es movimiento es cíclico, y percatándome, amortiguo en los descensos y en las caídas libres me hago un colchón de amigos incondicionales que me conocen de tiempos mejores.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

"Érase una vez, el padrino."

Reunión con amigos, sábado por la noche, casa de Chica Almodóvar.

Después de cenar mirando de reojo el canal Retro, luego de la tercer botella de vino escuché, por enésima vez en la semana, que el film “El padrino” era la obra cumbre de la historia del cine. Entonces sucedió lo inexplicable: el cordobés, que supo ser guionista de varios capítulos de la historieta “Dago”, dijo la frase equivocada: “la obra cumbre de la historia del cine es "Érase una vez en América". Automáticamente todos empezaron a argumentar lo equivocados que estaban los demás.
Se armaron dos bandos claramente marcados. En el costado derecho del living -
ring, el cordobés ya mencionado y Gerardo, Profesor de Historia que responde las dudas históricas más inverosímiles de todos los tiempos (Pasados) y la hospitalaria dueña de casa.

En el costado izquierdo Checho, especialista en guionar batallas, ataques y emboscadas, y Floresta.
Yo era el William Boo del encuentro. Para mi ambas películas comparten el podio.

La lucha se armó entre:

  • “El padrino”, (The Godfather), de Francis Ford Coppola, Parte Uno (175minutos) estrenada en 1972,
  • “El padrino”, (The Godfather), de Francis Ford Coppola,Parte dos (200 minutos), de 1974
  • "Érase una vez en América”,( C´era una volta in América,) Sergio Leone (225 minutos) de 1984.

La tercer parte de El padrino fue elipsada de la tertulia por estar todos de acuerdo en que Andy García no puede convertirse en El padrino.

Las similitudes que las hacen comparables son muchas: pertenecen al género “películas de gángsters”, o dentro del “drama mafioso” , el aspecto técnico de ambas es funcional al relato, utilizan recursos narrativos similares,(grandes elipsis, flashback, repetición de motivos musicales, montaje alterno, majestuosos encuadres), bandas sonoras de pesos pesados Ninno Rotta y Ennio Morricone y en ambas actúa Robert De Niro.

Les doy un changüí para que las busquen, copien, alquilen, y las vean, mientras tanto, yo haré lo mismo.Dadas las similitudes, la idea es buscar las diferencias.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Avistamientos mínimos.


Observaciones que no tienen ganas de ser exhaustivas. Asumen la misma certeza que tiene un paracaidista sobre su lugar de caída. Todas permiten ser completadas, comentadas, criticadas. Solo son observaciones. Mínimas.

  1. Resulta insoporrrtable la campaña publicitaria de Navarro Correas titulada “Cuántas erres tiene tu vino”.
  2. ¿Porqué cuando comienza el bloque de una serie cualquiera el primer dialogo no esta subtitulado?
  3. Porqué razón las series solo duran 22 o 23 capítulos y no un año entero evitando la reiteración incansable de los mismos. Y como si fuera poco las repeticiones suelen ser de temporadas distintas.
  4. Es más caro alquilar un DVD en Blockbuster que comprarlos en www.edsullivandvd.com. con envío a domicilio.
  5. Cada vez hay más mujeres que personifican a jefas en series de televisión: ER, The closer, Standoff, The shield, La ley y el orden, House. Y cada vez más series con protagonistas mujeres que mantienen la combinación de etnias que solíamos ver en series como Chips, Los Dukes de Hazzard y División Miami. Algunos casos: without a trace (latina y blanca), Close to home (negra y blanca), EL caso multicultural por excelencia parece ser La ley y el orden U.V.E. El equipo lo integran un blanco, un judío, un negro (medio café con leche) y (aquí la hipótesis derrapa como en bajada) las mujeres, con una menor diferencia son, una morocha y la otra blonda. Y como acotación extra el jefe es pelado. (si, me fui a la mierda...)

  1. Esta es una lista (incompleta, claro) de algunos medios que utilizan para encontrar/perseguir a personas en las series de televisión: CSI, La ley y el orden, Criminal mind, Without a trace.

    • Recibos de compras con tarjetas de crédito.
    • Cámaras de seguridad en esquinas, edificios, comercios, bancos, cajeros automáticos, intersecciones de calles, calles, escuelas, baños de escuelas, hospitales, oficinas, ascensores.
    • Las antenas de celulares dan información sobre la posición y el movimiento del sujeto y el contenido del mensaje, si fue llamada, solo la duración.
    • Los servidores de Internet, tienen sistemas de rastreo que dan información sobre quien, que, como, cuando y donde hizo lo que hizo en Internet.
    • Plan de viaje de Taxi. (Una especie de plan de vuelo que llevan los taxistas donde dice el trayecto, la hora, costo del viaje)

· Expedientes de escuelas, colegios, hospitales, Fuerzas Armadas.

    • Multas de transito
    • ADN, identificado gracias a muestras de sangre, saliva, pelos, piel, vómitos, lagrimas, moco.

  1. Parece que todas las series que veo están producidas por Jerry Bruckheimer.
  2. ¿Porqué no emiten más la serie Baywatch.?
  3. En el canal A&E, emiten un ridículo segmento titulado “Ciento veinte segundos con las rubias de Hollywood (Que lo tiró!) Me da vergüenza describirlo y tardaría más que la duración del mismo.. Solo diré que el segmento es fiel al titulo: ridículo.

martes, 11 de septiembre de 2007

El número 18 de Francia

Sonaba en mis auriculares una canción de Orishas. Con una inflexión sensual cantan: “Tienes una forma seductora de moverte frente a mi, nena me haces vibrar...”

Escuchaba tranquila hasta que mi mirada fue arrebatada por los televisores bien ubicados para arrebatar miradas.

La imagen mostraba, 30 hombres robustos, en muy buen estado físico, transpirados, sucios, alguno con pequeñas heridas. Casi todos llevan protectores de dientes como los boxeadores y uno por equipo lleva un gorrito que tapa las orejas como los waterpolistas. Corren y los tumban. Eso parece ser parte del juego

Corren y de repente se tiran unos encima de otros, codos con piernas, cabezas con rodillas, omoplatos con pantorrillas en fin, un magnífico exceso de hombres transpirados.

Dicen que se llama scrum.

Cuando uno corre (con pelota o sin ella), cuatro jugadores con camiseta de otro color lo embisten, lo tumban, van al cuerpo y no a la pelota, hay que bajar al hombre, caen inevitablemente todos al piso, refriegan sus caras contra el césped. Al instante caen cinco más de ambos equipos y como quien se tira a la pileta, se arrojan dentro de la mezcolanza de cuerpos. Forcejean, las cámaras muestran posiciones inverosímiles. Parece un campeonato de “Vale todo” que a veces se ven en el canal FX. Combates en donde dos hombres pelean y vale aplicar todas juntas, las disciplinas de artes marciales.

Un boxeo con patadas y tomas y trabas.

Este deporte es también similar, en cuanto al contacto físico, al fútbol americano pero sin los trajes espaciales, y con la particularidad de que de repente se transforma en un “vale todo” (Cada vez que veo un “vale todo” sostengo que falta barro y sungas de leopardo, pero es otro problema).

Luego inexplicablemente, la pelota sale eyectada del quilombo de brazos piernas y cabezas, todos se levantan y siguen corriendo.

La dinámica continua igual, corren agazapados, se pasan el balón para atrás, rápido como si quemara, los tumban, se produce orgía masculina de testosterona, se apachurran, se pegan, se amalgaman, se lastiman, vuelan por el aire, se retuercen, sangran, ruedan por el piso y se vuelven a levantar. Mirar duele. Me intento concentrar en las caras. Sigue sonando “...tienes una forma seductora de moverte frente a mí” y de repente todo cambia. (Igual que cuando uno mira el canal Gourmet sin audio y escuchando Vicente Fernández.) La música resignifica la imagen.

En algún momento del partido, el equipo francés hizo un cambio, el número dieciocho Sébastien Chabal entro corriendo, (un metro noventa y dos, ciento catorce kilos) en cámara lenta, con el pelo al viento un poco mojado, todos los músculos tensos y una mirada implacable. Automáticamente oí clarines llamando a zafarrancho.

La apariencia de los jugadores me salvó e hizo que mi cara de espanto se dulcificara e incluso que mi mente divagara en una acogedora promiscuidad.

La belleza de estos deportistas no es la misma que la que aparentan algunos jugadores de fútbol. Aquí hay algo de instinto animal.

Muchos jugadores de fútbol, tienen una imagen pública delicada, son protagonistas de campañas de las grandes marcas, se transforman en iconos de la moda y en el ejemplo perfecto para definir a un metro sexual.

Me refiero a jugadores como Becham en publicidades graficas de Armani, o Fredrik Ljunberg en Calvin Klein o la deleitable campaña de Manuel Blasi, Fabio Cannavaro, Gennaro Gattuso, Andrea Pirlo y Gianluca Zambrotta promocionando a Dolce e Gavanna.

Intentaba imaginar publicidades protagonizadas por estos atletas y solo se me ocurrían (si, ya sé, Hiuston estamos en problemas) cosas como, motores de tractores, o turbinas de aviones.

Los jugadores de rugby tienen una belleza bestial, una ferocidad que los hace el perfecto ejemplo para definir a un retro sexual.

Algunas mujeres tenemos fantasías con camioneros, o trabajadores de la construcción, observar al dieciocho de Francia me hizo agregarlo a la lista.

http://www.youtube.com/watch?v=AXiBZhaRdN0&NR=1

miércoles, 5 de septiembre de 2007

“Una serie de tipas más agradables”

Una

Mujer de cuarenta y tantos años.

Es muy alta, debe medir 1.85 y tiene un cuerpo llamativo, es toda grande, caderona, huesuda, de espalda ancha, natural, no de gimnasio. Es flaca y no tiene mucho busto, no es un cuerpo voluptuoso de curvas llamativas, sino que es armonioso pero desabrido.

Es morocha, seguramente teñida desde hace años por lo reseco del pelo, pero no lo oculta, lo usa largo rebajado y tiene alguna triste ondulación.

Se viste sobria, combina los colores. Jeans azules con todos los accesorios en distintos tonos de marrón.

Lleva anillos, pulseras y no se maquilla. Lleva los años con una aparente dignidad y sin usar cremas antia age, ni botox ni cirugías.

Tiene la voz grave, acostumbrada a dar órdenes, a veces se le escapa el modo

Imperativo

Se sabe un poco obsesiva.

No fuma en clase.

Se molesta cuando la interrumpen desde fuera del aula y pierde irremediablemente el hilo de lo que estaba diciendo. Continua por otro lado lo cual hace que los alumnos recen por que le dejen, al menos terminar la frase. No sucede siempre.

Su vocabulario es chabacano, coloquial, y suelta alguna puteada bien ubicada.

Cuando escribe en el pizarrón su letra es demasiado grande y no calcula la distancia en que indefectiblemente empieza la pared, por lo cual abrevia sin conocer ninguna regla ni siquiera las de separación en silabas. La letra además de grande es deforme, irregular, des prolija pero se logra entender la idea ya que repite varias veces lo que ha intentado escribir, a pedido de los alumnos, claro.

Le quita dramatismo y majestuosidad a términos complejos, simplificando a veces en vocablos que o no merecen simplificación, o que no necesitan ser desdramatizados.

La materia es una mezcla de otras tres ya cursadas y aprobadas, con lo cual hay un aire de estancamiento, aburrimiento y desilusión.

Los chistes que buscan complicidad con el alumnado, resultan risibles pero la docente no espera el efecto sino que continúa como si no fuera su intención nuestra la sonrisa.

Me juego la vida que tiene años de psicoanálisis, esta separada pero no me animo a decir si tiene hijos.

No le da nunca la palabra a su ayudante, que tiene aire de pollito desplumado.

Cuando un alumno pregunta algo, le responde largamente sobre cualquier cosa y luego pregunta si le quedó claro. Nunca mira a los ojos cuando responde sino que ubica la mirada en algún punto lejano de la pared del fondo del aula.

Cuando se dirige a la clase, nunca se sienta. Camina y pivotea por un espacio reducido, lo cual genera una sensación de mareo permanente.

Cuando termina de dar el tema previsto, pregunta si hay dudas, y conociendo que responde tangencialmente, nadie intenta repreguntar y la clase termina sea la hora que sea.

Dos

Mujer de 35 años aproximadamente.

Cabello castaño natural, un poco reseco (creo que ahora se le llama friz), y lo peina con hebillas del tipo invisible ajustadas en la sien, lo que le confiere unos años menos y un aire de ingenuidad que se esfuma en cuanto empieza a hablar.

Usa zapatillas jeans y pulóver color crema americana, de lana de alpaca con diseños de llama. El pulóver esta en buen estado ya que no tiene las pelotitas que surgen irremediablemente luego del tercer lavado.

Su contextura es menuda, proporcionada, tampoco tiene curvas ( que lo tiró!).

Habla claro, suave, simple y ante un comentario periférico, no solo lo ubica dentro de la materia sino que le da una vuelta de tuerca que lo arrima al estatus de acotación interesante.

Promueve el debate, la participación y lo logra.

Cuando habla o responde mira directamente a los ojos con una mirada amable, segura y despejada. Se para detrás del escritorio y de ahí no se mueve. Trae siempre una botellita de agua que termina a mitad de clase

Al finalizar la clase, siempre sobre la hora, establece un espacio de consulta mientras despide a los alumnos que salen del aula. Responde o escucha con paciencia lo que los alumnos se acercan a comentarle. Prende el primer cigarrillo. Parecería que comienza a relajarse pero sin intuir que en algún momento estuvo estresada.

Algunos continúan anotando en sus cuadernos.

Saca relaciones de sucesos que van desde Aristóteles a Chernobil y la clase sigue atenta y expectante el hilo de sus acertados razonamientos. Termina la clase y flota en el aire una sensación de dicha, adrenalina y taquicardia que fascina. Hace recordar a las primeras materias del terciario, cuando todo era nuevo, todo estaba por descubrir.

Deja cosas pendientes para que se maceren y estacionen y lo logra. En el colectivo que nos devuelve al barrio se escuchan conversaciones de alumnos que continúan agregando datos, sacando conclusiones y pensando posibles ejemplos.

martes, 28 de agosto de 2007

Un solo dios no puede ser suficiente.

Creo en la naturaleza, la Pachamama, en la lluvia cuando augura buenas cosechas.

Creo en lo que creo refuerza mis creencias.

En los relámpagos y los truenos y ciertas situaciones de hiperbólica energía.

En el viento porque de él son todas las hojas.

En I ching, y solo a veces en el Fen shui, también creo en las brujas.

En la previsibilidad de los géneros, en alguna buena gente.

En cierta Madona añeja que no canta ni baila, ni sabe lo que es el Pop.

En las cosas simples, en lo que desconozco.

Confío en que si algo no es placentero no sirve.

Más que nada y sobre todo, creo en mi capacidad de encontrar cosas creativas en las cuales creer.

jueves, 23 de agosto de 2007

Descripciones.

El lugar del docente demanda mucha exposición, concentra la mirada de entre 20 y 40 alumnos.

Es imposible no observar. Destino la ultima hoja de cada cuaderno para analizar la manera de dar clases de cada docente. A lo largo de los años uno acumula.

Docente uno.

Hombre de 1.80 metros 45 años.

Remera color blanco (no blanco Ala), tipo camiseta escote en “V”, sobre piel blanca enfermiza.

Pantalón de vestir negro calzado a la cintura, al mejor estilo Van Damme (La tela del pantalón tiene un sutil brillo que contrasta con lo informal de la camiseta , Medias de toalla blanca que no pasaron el desafío Ace y zapatos tipo Caterpilar, marrones un poco deformados hacia los costados ya que soportan quince kilogramos de sobrepeso

El pantalón viene acompañado por su no respectivo saco.

El cabello lo lleva sutilmente largo, color negro ceniza, un poco grasiento casi sucio, de corte rebajado y con raya al medio (en un mes si no lo recorta parecerá Calculin), complementa con un 40 % de canas.

Utiliza anteojos de formato cuadrado, armazón grueso que sobresale bastante la cuenca de los ojos. El cristal de los lentes tiene una tonalidad verdosa haciendo que su mirada de perro pedigüeño luzca un tanto más vidriosa.

Su nariz es grande, ni afilada, ni ganchuda, solamente grande y los orificios acorde al tamaño de la nariz que los sostiene no “miran” al piso sino que te interpelan directamente. Sus labios y las comisuras de la boca están siempre mojados como quien no traga a tiempo ni bien la saliva.

Ríe con los labios apretados.

Posee una carterita de correa larga estilo años ´70, pero no de cuero sino del plástico con que se confeccionan riñoneras.

Al sentarse sobre el escritorio, la remera el cinturón y el celular se encallan entre los rollos de grasa. El poco espesor de la tela con que esta confeccionada la camiseta deja vislumbrar una panza aun más flácida que la de Homero Simpson.

No fuma.

Cuando le dirige la palabra a alguien no sostiene su mirada, sino que entorna los ojos como si se estuviera mirando la punta de la nariz o el piso, y luego cuando vuelve a mirar al frente su cara muestra que el cambio de foco llega, a veces tarde, porque parpadea dos o tres veces de más.

Su vos es grave, empalagosa, de locutor y le imprime una musicalidad no coloquial, deja silencios más que necesarios cuando piensa que su discurso tuvo un golpe de efecto, o cuando intenta un chiste. (Malo).

Intenta reírse de sí mismo y le sale mal, pone ejemplos demasiado personales y que siempre lo dejan bien parados, como cuando tuvo que explicarle a su hijo que los cardiólogos no eran los que curaban las penas del corazón.

Docente dos.

Hombre 1.70 metros 35 años.

Flaco, pero flaco que parece un poco consumido. De tez café con leche, mitad y mitad.

Se viste con ropa informal, jeans gastados con remera descolorida y campera color negro arratonado. Usa gorritas de béisbol, de visera larga que le tapa media cara cuando mira hacia abajo y filtra el volumen de su voz.

Llega y despliega sobre el escritorio dos carpetas del volumen de los biblioratos, con una veintena de pilas de papeles amarillentos, y hojas manuscritas manchadas de café. Nunca sonríe ni ríe.

Cuando mira a la clase inclina su cabeza hacia atrás levantando la pera. Esto le da un aire soberbio que intimida.

Habla bajo, monocorde, hace pausas demasiado largas para después hablar de corrido varios párrafos complejos como quien se los acuerda de memoria.

Antes de prender un cigarrillo, juega con el durante varios minutos. Cuando lo prende, se toma su tiempo, le da largas pitadas, parece disfrutarlo doblemente y luego de unos minutos continúa hablando. La ceniza siempre se le cae entre los papeles o la ropa.

Cuando un alumno intenta preguntar algo, parece que hubiera interrumpido el monologo de un sabio y siempre se ofende, parecería ser que pierde el hilo de sus pensamientos y tarda varios minutos de silencio para volver al estado monocorde inicial.

No solo no apaga el celular cuando da clase, sino que atiende y puede llegar a hablar varios minutos frente a la clase como si no hubiera 30 personas escuchando.

Le hemos escuchado decir cosas así: “Seee… acá estoy, dando clases…”

Con un tono de fastidio que incomoda.

Pero se enoja si suena otro celular.

Siempre se queja de lo cansado que esta, y cuando toma envión y habla de corrido parece sentirse como Platón frente a un auditorio emocionado.

Falta una clase cada dos. Y cuando vuelve mezcla los textos de tal manera que uno no sabe de quien dice que. Hace digresiones de 20 minutos para hablar de cosas periféricas que no aportan contenido.

Las clases las termina abruptamente entre 10 y 25 minutos antes de la hora de finalización. Las termina mentalmente agotado, luego de fumarse 5 cigarrillos, y de no haber dicho nada muy importante.

miércoles, 15 de agosto de 2007

"Una relación particular".

1.

Por las tres cuadras que rodean mi casa en toda dirección no pasan colectivos, no hay alcantarillas, y por supuesto cuando llueve se inunda.
Los vecinos sacan las sillas a la vereda y toman mate por la tarde. Los domingos se reproducen varias parrillas improvisadas en la calle. Creo que es el barrio con mas densidad de perros por habitante. Dato visible, audible, también olfatible. En una misma manzana, además de perros y gatos, habitan loros, cotorras, un mono y un pavo que no creo que llegue a la próxima Navidad.
A las 3 de la tarde es más fácil reparar un tanque de guerra que comprar manteca. Solo queda abierto todo tipo de taller mecánico, en pocas cuadras es posible hacerle un lifting al automóvil y dejarlo como nuevo, o como otro. Satisfacción garantizada.
Transitan por los alrededores joyitas en cuatro ruedas: un Unimok Daimler-Benz 1969 (se vende, a dos cuadras de la avenida, (¡con papeles al día!). Todavía circulan dos Estancieras IKA (Industrias Káiser Argentina S.A) reparadas a nuevo.
El mecánico de la esquina esta terminando de reparar un Dodge Coronado con repuestos originales y tan relucientes que resulta posible maquillarse usando el radiador de espejo.
2.
Hay paisajes urbanos que te detienen, te jaquean la mirada y por unos instantes sólo existe la sensación de que no existe nada más.
Para mi vieja son los viveros. Se queda absorta como si no hubiera visto un Potus en su vida. Hay personas que quedan atrapadas en vidrieras de zapaterías. Otras pueden pasarse horas admirando las herramientas de una ferretería.

Con mis hermanos solíamos aventurarnos a husmear en cuanto volquete encontrábamos. Era juego de niños, treparse y descubrir que había mas allá de ese horizonte.
MI viejo era capaz de parar el auto, bajarse y pispear dentro estuviera en ropa de trabajo o de elegante sport.
Desde entonces adoro mirar dentro de los volquetes, y me desilusiono cuando solo encuentro escombros.
En uno ubicado cerca de la avenida, descubrí un descolado mueble viejo que luego de dos semanas de restauración se descubrió como un escritorio de patas torneadas a mano como solo sabían los viejos ebanistas.
Encontré valijas que ahora custodian apuntes, carteras que cotizan en la bolsa de Palermo Soho.

3.
El sábado llegué de una reunión y desde la esquina vislumbré un volquete enfrente de mi casa. Estaba recién pintado de un azul cristalino que daba la impresión de estar limpio.
Una vecina estaba dentro sacando cajas. Un resorte se articuló en mi y ofrecí ayuda. Nos presentamos vagamente.

Apoyé cuidadosamente la cartera, me saque con dignidad y pulcritud el tapado como quien va a tirar la capa sobre el charco para que pase la reina.
Y empecé a recibir las cajas que Rosita, me pasaba.
Sacamos unas 18 cajas, pesadas, ordenadas, limpias, con un número borroso escrito en las tapas. Tenían un hilo que las cerraba y le dejaba un rulito para pasar la mano a modo de manija. En cada caja había por lo menos treinta. Estaban acomodados por tamaño, utilizando todo el espacio disponible, como un irregular Tetris.

Alguien había tirado libros. Eran las tres de la mañana, estábamos sentadas, abriendo cajas, leyendo los títulos, tratando de elegir, sabiéndonos un poco patéticas. Transcurrida media hora cinco vecinos tratábamos de dominar el caudal de sentimientos en medio de una sudestada. Una chica de las recién llegadas dijo: “yo estudio Letras”. Y le tocaron todos los clásicos. Rosita se llevó todas las revistas infantiles para sus hijos. Yo incapaz de elegir, agarré las cajas que me tocaron en el tácito sorteo, esperando no llevarme la colección de Corin Tellado en una y esoterismo y auto ayuda en la otra.
Todo terminó cuando apareció el marido de Rosita con un destartalado Rastrojero, cara de poco amigo y cargó todo lo restante.

El día siguiente, en el desayuno, empecé a unir datos, intuir pistas, atar cabos sueltos, divagar posibles conjeturas, en fin... rellenar el resto. Lo importante era inventar un relato amable para justificar semejante locura.
Según cuenta la hija de la panadera, se murió un señor que era librero en el Parque y que los de la inmobiliaria aconsejaron tirar “todo lo encontrado en la casa, pintar y vender”.

4.

En las horas siguientes encontré todo tipo de excusas para no deshacerme de libros que tienen alto grado de posibilidad de jamas ser leídos.
De los sesenta libros que logré entrar en casa, solo pude desprenderme de tres: uno de auto ayuda de la década de los 60, otro porque ya estaba cansada y no podía pensar mas, y el tercero todavía sostengo que fue un error separarlo de mí y de los otros libros donándolo a la biblioteca popular del barrio.
Pude distinguir, seleccionar, separar, clasificar, escoger y elegí no tirar.
No tiré por que al título lo conozco, o me suena, o sé de alguien que lo leyó; no tiré porque la editorial me parece seria, conocida o la escuché nombrar, o la encuadernación es buena; no tiré porque alguna palabra del título esta relacionada con algo que me gustaría hacer, aprender, saber, o simplemente por ninguna de las tres cosas anteriores. O porque me resulta extraño que no me interese para nada. O porque el prologo es de Asimov, o tiene un barquito en la tapa.
No tire un libro porque el año de edición me hacia recordar a un año muy reconocible históricamente.
No tiré un libro porque dije, este libro se terminó de imprimir el 1° de diciembre de 1952, año en que el General presentaba el segundo plan quinquenal, otro el 30 de Julio de 1930, año en que Uruguay salía campeón mundial de fútbol. Esos libros era un objeto de otra época, y me hablaban de ella.

De la interesante distinción entre libros “nuevos”, “viejos”, “usados”, y “que pertenecieron a alguien”, la mayoría de los libros, son “usados” y “viejos”. Algunos muy viejos. Hay una edición de 1917, encuadernada cocida a mano con hilos especiales.
Un ejemplar en la primer página informa:
“De esta obra se han impreso TREINTA ejemplares, fuera de comercio sobre papel de hilo MILIANI DE FABRIANO numerados de I a XXX, y dos mil en papel de hilo ”ROMA” numerados del 1 al 60 y cinco mil en papel Berger que constituye la segunda edición. Cinco mil ejemplares en papel pluma Vergé especial de 40 kilos que constituyen esta tercera edición ”
Se imaginaran no podía desprenderme de un libro que parecía estar hecho con tanto amor.

5.

Hay muchas relaciones posibles entre humanos y libros: algunas son problemáticas, otras risibles o causales de divorcio.
Hay quien escribe en los márgenes de los libros, haciéndole un homenaje a Poe, y hay quien lo considera un sacrilegio; hay quienes aceptan hacerlo en lápiz, pero sostienen que hacerlo en lapicera es digno de la hoguera. Hay quienes prestan, regalan, ofrecen, recomiendan, devuelven y quienes no.
Yo, con los libros mantengo una relación sedienta.
Los libros me pueden: los que leo, los que puedo comprar, los que regalo y luego de un tiempo prudencial pido prestados, los que le robo a mi hermana, los que me hago regalar, los que no regalo e igualmente pido prestados. Todos me producen voracidad. Hasta los que devuelvo.

Hay quienes la economía no les permite ser aficionada a grandes colecciones. Y que durante alguna semana comen arroz por llevar a casa un hallazgo húmedo de librería de viejos. Soy de la mediocre categoría de los que también, sino queda otra, fotocopian. Pero eso sí, toda fotocopia es leída.

6.

Es indescriptible la sensación de rescate que produce el aferrar y eventualmente leer un libro olvidado ya sea en una biblioteca privada, publica, dentro de un volquete o en la Biblioteca Azul, el sótano, el cofre de la abuela.
En esas cuadras que rodean mi casa, cada volquete es un caballo de Troyes.

martes, 14 de agosto de 2007

“Sed de océano”.

“He navegado por bibliotecas y océanos”
Herman Melville. Moby Dick.

“Una carta náutica es mucho más que un instrumento
indispensable para ir de un sitio a otro;
es un grabado, una pagina de historia,
a veces una novela de aventuras”.
Jacques Dupuet. Marino.



Recuerdo que lo compré por ocho pesos, en Chacarita exactamente en Forest 453.
Era un húmedo noviembre, el día anterior había llovido y las calles tardaban en secarse. Si la memoria no me falla, parecía una Biblia, por la tapa de cuero, los ribetes dorados, casi barrocos y las hojas de una suavidad casi religiosa. Tal vez, para mí, aun lo es.

A través de sus quinientas treinta y siete páginas, sin contar el índice final, descubrí, como en una revelación, el misterio, la poderosa razón que me hacía buscar desesperadamente una salida ante el suelo engañosamente sólido bajo los pies y el aire desprovisto de sal.
Lo empecé a leer en la destemplada cuchitril que alquilaba en la calle Casafoust, bajo las mantas.
La pieza era oscura, pequeña, un tanto incomoda, pero, secretamente era como aquella celda del monasterio San Michelle di Murano en que habitaba el fraile Ruggero da Otranto.Una alcoba, fría y mal iluminada.

Nunca salió de Venecia, estaba recluido allí por decisión propia. Sin embargo, dibujó el mapa más completo del Renacimiento tardío, su época. Albergaba la esperanza de que pudiese ser un mapa definitivo del mundo. Le bastaban los relatos de marineros, mercaderes, viajeros, investigadores, maestros, funcionarios y misioneros que llegaban desde puertos inaccesibles, solitarios. Sus oídos fueron los ojos más precisos, recorrió cada centímetro del globo sin salir jamás, físicamente, de ese diminuto espacio que constituía su mundo, desde donde construía el universo de relieves, ausencias y monstruos marinos. No fue un loco iluminado ni un visionario ilustrado, sólo fue un hombre que admiraba a Ptolomeo, con la poderosa capacidad, simplemente de saber escuchar.

Nunca sabré si Melville, supo de mi existencia y entonces escribió ese libro de ballenas blancas y hombres que se saben locos, o si fue al revés. Lo cierto es que luego de leerlo, supe que ya había cruzado el Cabo de Hornos, era amiga de Queequeg y que me habían rescatado los del errante “Raquel”.
Después, y siempre gracias a él, navegué por Malasia, atravesé un huracán junto al capitán Mac Whir, el más callado de la historia. ¡Cómo contarles del escocés Sigur Raufoss, el capitán que como todos los de su nacionalidad carecían de la arrogancia de sus pares ingleses y los superaba en competencia profesional! No se fiaba de los prácticos sin canas en el pelo, era capaz de meter su barco por el ojo de una aguja y nunca estaba sobrio amarrado ni ebrio navegando.

Fui Jim Hawkins, luego Ishmael, durante un tiempo creí ser Lord Jim. Tuve mi periodo Stevenson, una etapa London y también navegué a bordo de las naves cóncavas troyanas. Me embarqué con los espectros de Hope Hodgson, con la escoria peligrosa de los puertos, con piratas, héroes, lo peor de cada casa, prostibulo y taberna, próceres y corsarios, con el Rojo el Verde y por supuesto con el Corsario Negro. Vengué la traición de Flandes. Me oculté con Pym. Preferí Salgari a Verne, siempre.
Con Fray Mocho en los mares del sur navegamos de mar en mar, sin distinción de banderas, porque el marinero no tiene más patria que el barco que pisa.
Conviví con Vientos de fuerza once en las costas de China, junto al Conde de Kau. Enfrentamos paredes de agua gris espumosa y marineros aullando de miedo, amarrados a sus literas. La radio saturada de may days de otros barcos en apuros. Algunos hombres con la cabeza bien puesta achicando agua de las bodegas con el combustible llegándole a las rodillas para ganar autonomía, sintiendo el casco crujir con cada embate de las olas. Marineros tratando de salvar el barco y con él sus vidas, buscando espacios entre las olas inmensas para virar cuando el barco ya no aguanta más de proa.

Sé que estuve allí. Mi memoria no puede engañarme tanto. Tal vez, me encuentre más cerca del Ruggero y menos de Achab, sin embargo, miré todo lo que vi, porque lo quise ver. Y me gustó.
Sé que en alguna época de su vida, todos los hombres han tenido, la misma sed de océano que yo.