Una
Mujer de cuarenta y tantos años.
Es muy alta, debe medir 1.85 y tiene un cuerpo llamativo, es toda grande, caderona, huesuda, de espalda ancha, natural, no de gimnasio. Es flaca y no tiene mucho busto, no es un cuerpo voluptuoso de curvas llamativas, sino que es armonioso pero desabrido.
Es morocha, seguramente teñida desde hace años por lo reseco del pelo, pero no lo oculta, lo usa largo rebajado y tiene alguna triste ondulación.
Se viste sobria, combina los colores. Jeans azules con todos los accesorios en distintos tonos de marrón.
Lleva anillos, pulseras y no se maquilla. Lleva los años con una aparente dignidad y sin usar cremas antia age, ni botox ni cirugías.
Tiene la voz grave, acostumbrada a dar órdenes, a veces se le escapa el modo
Imperativo
Se sabe un poco obsesiva.
No fuma en clase.
Se molesta cuando la interrumpen desde fuera del aula y pierde irremediablemente el hilo de lo que estaba diciendo. Continua por otro lado lo cual hace que los alumnos recen por que le dejen, al menos terminar la frase. No sucede siempre.
Su vocabulario es chabacano, coloquial, y suelta alguna puteada bien ubicada.
Cuando escribe en el pizarrón su letra es demasiado grande y no calcula la distancia en que indefectiblemente empieza la pared, por lo cual abrevia sin conocer ninguna regla ni siquiera las de separación en silabas. La letra además de grande es deforme, irregular, des prolija pero se logra entender la idea ya que repite varias veces lo que ha intentado escribir, a pedido de los alumnos, claro.
Le quita dramatismo y majestuosidad a términos complejos, simplificando a veces en vocablos que o no merecen simplificación, o que no necesitan ser desdramatizados.
La materia es una mezcla de otras tres ya cursadas y aprobadas, con lo cual hay un aire de estancamiento, aburrimiento y desilusión.
Los chistes que buscan complicidad con el alumnado, resultan risibles pero la docente no espera el efecto sino que continúa como si no fuera su intención nuestra la sonrisa.
Me juego la vida que tiene años de psicoanálisis, esta separada pero no me animo a decir si tiene hijos.
No le da nunca la palabra a su ayudante, que tiene aire de pollito desplumado.
Cuando un alumno pregunta algo, le responde largamente sobre cualquier cosa y luego pregunta si le quedó claro. Nunca mira a los ojos cuando responde sino que ubica la mirada en algún punto lejano de la pared del fondo del aula.
Cuando se dirige a la clase, nunca se sienta. Camina y pivotea por un espacio reducido, lo cual genera una sensación de mareo permanente.
Cuando termina de dar el tema previsto, pregunta si hay dudas, y conociendo que responde tangencialmente, nadie intenta repreguntar y la clase termina sea la hora que sea.
Dos
Mujer de 35 años aproximadamente.
Cabello castaño natural, un poco reseco (creo que ahora se le llama friz), y lo peina con hebillas del tipo invisible ajustadas en la sien, lo que le confiere unos años menos y un aire de ingenuidad que se esfuma en cuanto empieza a hablar.
Usa zapatillas jeans y pulóver color crema americana, de lana de alpaca con diseños de llama. El pulóver esta en buen estado ya que no tiene las pelotitas que surgen irremediablemente luego del tercer lavado.
Su contextura es menuda, proporcionada, tampoco tiene curvas ( que lo tiró!).
Habla claro, suave, simple y ante un comentario periférico, no solo lo ubica dentro de la materia sino que le da una vuelta de tuerca que lo arrima al estatus de acotación interesante.
Promueve el debate, la participación y lo logra.
Cuando habla o responde mira directamente a los ojos con una mirada amable, segura y despejada. Se para detrás del escritorio y de ahí no se mueve. Trae siempre una botellita de agua que termina a mitad de clase
Al finalizar la clase, siempre sobre la hora, establece un espacio de consulta mientras despide a los alumnos que salen del aula. Responde o escucha con paciencia lo que los alumnos se acercan a comentarle. Prende el primer cigarrillo. Parecería que comienza a relajarse pero sin intuir que en algún momento estuvo estresada.
Algunos continúan anotando en sus cuadernos.
Saca relaciones de sucesos que van desde Aristóteles a Chernobil y la clase sigue atenta y expectante el hilo de sus acertados razonamientos. Termina la clase y flota en el aire una sensación de dicha, adrenalina y taquicardia que fascina. Hace recordar a las primeras materias del terciario, cuando todo era nuevo, todo estaba por descubrir.
Deja cosas pendientes para que se maceren y estacionen y lo logra. En el colectivo que nos devuelve al barrio se escuchan conversaciones de alumnos que continúan agregando datos, sacando conclusiones y pensando posibles ejemplos.